Cómo hacer una silla, para sentarse a llorar
No hay manual para construirla,
esta silla que anhelas, para el llanto.
No la encontrarás en el ayer,
ni en la promesa de un mañana ausente.
Mira el árbol, si es que lo ves sin nombre.
Observa la madera, ¿es tuya, acaso?
No hay instrucciones que te liberen
del peso que la mente ha creado.
El dolor no es una cosa externa,
que puedas tallar y luego sentarte.
Es el eco de una historia no comprendida,
la sombra de la imagen que persistes en ser.
¿Construirás la silla con el miedo
a la ausencia del amor que imaginas?
¿O con la pena por lo que crees perdido,
atando nudos al hilo del sufrimiento?
Deja caer el martillo del juicio.
Suelta el plano de tu "debería ser".
El amor no se fabrica, no se construye,
ni se sienta a esperar tu triste alivio.
El llanto, si surge, que sea sin permiso,
sin un lugar asignado para su final.
Y en esa vacía aceptación del instante,
quizás la silla nunca fue necesaria.
Porque el amor no es el objeto de una búsqueda,
ni un mueble para consolar tu anhelo.
Es la disolución de quien busca y quien llora,
el espacio abierto donde la lágrima es el río mismo,
sin orillas, sin nombre, sin fin.



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