Una tristeza sin nombre
Una tristeza sin nombre
Amado mío,
hay en tu ausencia un silencio que pesa
más que las campanas de una catedral vacía.
No tiene nombre esta tristeza,
pero me acorrala en cada rincón de la memoria,
como un acreedor invisible
que me exige pagar con lágrimas
la deuda de haberte amado.
Tu sombra se desliza en mis habitaciones,
tan real como el aroma marchito de las flores
que guardé para ti,
testigos mudos de una pasión insaciable.
He visto pasar la vida
como un desfile de máscaras vanas,
pero ninguna lleva tu rostro,
ninguna se atreve a pronunciar tu nombre
sin desgarrar mi alma.
Y si el amor fue negocio cruel del destino,
yo lo firmé con mi sangre.
Pero la ganancia fue perderte,
y el contrato, eterno,
me ata a esta melancolía que no cede.
Ay corazón mío,
tú eres la página arrancada
del libro más íntimo de mi existencia.
Y yo, condenada lectora,
me quedo con el volumen incompleto,
releyendo sin tregua lo que falta,
llamando en vano a una tristeza
que no se atreve a decir cómo se llama.
—autora Rosibel Artavia



Comentarios
Publicar un comentario