Yo no te olvido


No sé si es un recuerdo o una invención de mi soledad, pero tu ausencia tiene la textura de un sueño que no se disuelve del todo al despertar. Me digo que el tiempo debería haber borrado tu silueta de mi memoria, pero ocurre lo contrario: mientras más pasan los días, más nítido se vuelve tu rostro en la penumbra de mis pensamientos.

He intentado llenar el vacío con libros, con música, con el humo tibio de un café a medianoche. Y aun así, en los márgenes de cada página, en la pausa entre dos notas, en el remolino que deja la taza, siempre estás tú, escondido, como una palabra que nunca logro pronunciar.

Yo no te olvido.
Quizás porque, de alguna forma, jamás terminamos nuestra historia. Quedó suspendida como un disco que repite la misma melodía en un bucle eterno. Y en ese círculo, yo sigo esperándote.

No te escribo para que regreses, ni para que me recuerdes. Sólo quiero que sepas que existes en mí, como un libro guardado en una biblioteca silenciosa, que nadie toca pero que sigue vivo, respirando en cada letra.

Con la calma de quien habla con un fantasma familiar,
te abrazo en silencio.



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