Amar es hacer un lugar
Amar es hacer un lugar
No es el azar, ni el ímpetu del viento,
ni la pasión que nace de la sombra,
amar es hacer lugar donde, en calma,
el universo entero se asombre.
Es abrir un portal en la muralla
del tiempo que fluye sin clemencia,
es plantar un ciprés en la alta roca
y llamar a esa altura «permanencia».
Es decir al caos: «Detén tu vuelo,
aquí ha de reinar una ley serena»,
es ver en el abismo un firmamento,
y en el vacío, una segura arena.
Como el río que, al hallar su cauce,
descansa en la hondura que él labró,
el amor es el arte de tallar
un valle en el pecho, claro y hondo.
No pides tú, amor, un trono efímero,
sino la arcilla lenta de los días,
y en ella grabar, con pulso eterno,
la geometría de la armonía.
Y así, en el rincón que amor construye,
—cúpula invisible, secreto altar—
el alma, peregrina, reconoce
su patria antigua, y cesa de errar.
Porque amar es hacer un lugar
donde la fugacidad descanse,
donde la muerte misma parezca
un leve umbral que a lo eterno pase.
Y en ese espacio, tallado a pulso,
dos destinos, fundidos en un haz,
descifran el enigma del origen:
"que el centro del mundo es el hogar
que, juntos, el amor trazó".
Rosibel Artavia



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