Caminemos


Caminemos

Caminemos, amado mío, al caer la tarde,
Cuando el sol, muriendo, enciende el poniente,
Y las sombras, largas, como sueños vagan
Fundiendo en la tierra lo fugaz y presente.

Deja que tu mano en la mía descanse,
Un temblor divino que el mundo aclara;
Mira cómo el río, plateado, avanza,
Como nuestro tiempo, que a lo eterno para.

¿Sientes en el viento la canción antigua?
Es el mismo soplo que en el Éter suena,
Que agitó los bosques donde el poeta seguía
La huella sagrada de una amorosa entrega.

No hablemos ahora de ayeres o mañanas,
Ni de si este sendero tendrá retorno;
La flor que hoy se abre, fresca y temprana,
Es la misma esencia del más puro horno.

Mira esa alta roca, firme y desnuda,
Batida por siglos de lluvia y frío:
Así, nuestro vínculo, hecho de anhelo y duda,
Hallará su forma, su destino frío.

Y cuando la luna, pálida y serena,
Surja en el cielo como un dulce lirio,
Deja que su luz nos bañe la pena,
Y cante en silencio nuestro mismo idilio.

Caminemos, pues. No preguntes el término
De este viaje oscuro que juntos empezamos;
En tu claro pecho, en tu aliento tierno,
¡He hallado el camino que nunca soñamos

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