Cada latido


Amor mío,

Cada latido que me habita es un caballo oscuro galopando en la sangre. No corre hacia la huida, corre hacia tu nombre. Late y late, como si el corazón fuera una campana nocturna llamando a tu puerta de luna.

Te escribo desde el centro rojo del pecho, donde el tiempo se descalza y aprende a bailar. Allí, cada golpe del corazón es una granada que se abre: semillas de fuego cayendo en el silencio. Y en ese silencio, tú. Siempre tú. Como una guitarra apoyada contra la pared del alba, esperando que la toque la luz.

Hay días en que el latido se vuelve río verde, arrastra naranjos, polvo, promesas. Otros días es cuchillo de agua, claro y exacto, que me recuerda que amar es una herida luminosa. No duele: canta. Canta como canta la sangre cuando sabe su destino.

Si escuchas con atención, amor, oirás mi pecho decirte lo que la boca no se atreve: que cada latido es un paso hacia ti, que no sé vivir sin ese temblor que me nombra. Yo no te pienso: te pulso. Yo no te sueño: te respiro.

Ven cuando quieras. Trae la noche o el mediodía. Aquí te espera un corazón encendido, golpeando la tierra con su música antigua, diciendo tu nombre en cada latido, como si fuera la única palabra verdadera.

Siempre tuya

Rosibel

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