Desesperanza


Desesperanza

No es la noche la que duele,
eres tú ausente
como un fruto que nunca maduró en mi boca.

Te nombro
y el aire se quiebra,
las rodillas del deseo tiemblan
como hojas que aprendieron tarde
el idioma del otoño.

Amarte fue un relámpago:
breve, exacto,
suficiente para incendiar la memoria
y dejar ceniza donde antes
cantaba el pulso.

Ahora el corazón —
ese animal antiguo—
camina a ciegas,
buscando tu sombra
en muros que no responden.

Si esto es desesperanza,
que al menos sea sagrada:
una herida abierta al cielo
donde todavía,
muy adentro,
tu nombre arde.

autora Rosibel Artavia

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