El Sueño
El Sueño
En mi sueño,
la noche era un palacio sin puertas,
y yo, sacerdotisa perdida entre siglos,
sostenía mis cartas de tarot
como quien guarda en las manos
el latido remoto de las estrellas.
Sobre el suelo antiguo me encontraba,
tejiendo silencios,
cuando te vi venir:
eras un soplo de eternidad,
un viajero hecho de nostalgia y fuego,
un nombre que mi alma reconoció
antes que mi memoria.
Te pregunté, temblando,
si me amabas
como yo te amaba a ti,
con ese ardor que rompe los velos del tiempo
y hace que el alma quiera volar
hacia donde no existe la muerte.
Respondiste que sí,
que tu corazón sabía el mío,
pero que otro destino
ya reclamaba tus pasos.
Una promesa…
una anillo de oro y sombra
atada a tu carne.
Yo incliné mi rostro,
como quien escucha llegar la aurora,
y murmuré que nada está perdido,
que incluso la tristeza
se vuelve puente
cuando dos almas se buscan
más allá de las leyes del mundo.
Porque el amor verdadero,
ese que nace sin permiso,
conoce sendas invisibles
y abre portales
que ni la suerte ni los hombres
pueden cerrar.
Y así, en el sueño,
las cartas ardieron suavemente,
señalando que todo tiene solución
cuando dos corazones
se llaman en el mismo idioma
de la eternidad.
autora Rosibel Artavia



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