Huir


Huiría de tu voz y de tu risa,
de la miel envenenada de tu boca,
de esa mirada que en mi alma fisa
y ante la cual mi orgullo se desboca,

Huiría, sí, cual el mendigo huye

del tesoro que aumenta su tormento,

cual la hoja seca que la brisa arguye

hacia el olvido de su nacimiento. Mas, ¡ay!, que cuando intento la partida,

cuando más lejos pienso yo alejarme,

siento que de tus redes en la vida

mi corazón no sabe libertarse.

Y comprendo que huyo en vano, y siento
que eres tú quien en mí se queda y mora;
que este huir es un torpe movimiento
del alma que a su dueño busca ahora.

Pues huir de ti es encontrarte,

en cada sombra, en cada claro día;

es beber de tu esencia enamorada

en tu copa eterna de agonía.

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