La Herida Luminosa

La herida luminosa

No fue un rayo tranquilo, no era un lago en calma,
fue una espina de rosa clavada en el alma,
un temblor que despierta la raíz del ser,
una forma antigua de volver a nacer.

Fue la lluvia de agosto sobre el suelo seco,
fue el latido del riesgo, el estrugo interno,
una sed en el pecho que no sabe de pozos,
un fuego que crece entre los huesos.

Amar duele, lo sé, es una estrella activa,
una grieta que abre la piel pensativa,
una entrega total, sin red ni cálculo,
beber de un mismo vaso el vino y el cáliz.

Es morir de amor y en el mismo instante
encontrar en la herida un diamante,
una luz que nace justo en la grieta,
una promesa que el tiempo respeta.

No es posesión, ni un dulce refugio,
es un vuelo compartido hacia el tumulto,
es quemarse en el mismo incendio claro,
ser, en las sombras, único faro.

Porque amar no es apenas un suspiro al oído,
es fundirse en tu sombra y hacerla latido,
es saber que la muerte, si llega un día,
será solo un abrazo que nunca se iría.

Así, herida luminosa, flor de cicatriz,
en tu hondura me encuentro y al fin me radico,
porque amar es vivir por alguien más,
y encontrar en ese vivir la eternidad.

Rosibel Artavia 

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