La herida
La herida
No te extraño:
me sangras.
Eres esa punzada exacta
que no avisa,
ese recuerdo que llega
cuando el día baja la guardia
y la noche se queda sola conmigo.
Dije que el tiempo
—ese médico cansado—
iba a cerrarme la piel,
pero el tiempo solo aprende a mirar,
no a tocar.
Te nombro sin voz,
te pienso sin permiso,
y en ese gesto mínimo
vuelves a abrirte paso
como quien entra a una casa
que aún guarda su llave.
Amar fue fácil.
Difícil es dejar de hacerlo
cuando el amor se vuelve costumbre
del dolor.
No quiero curarme de ti.
Quiero entender
por qué algunas heridas
no piden salvación,
sino memoria.
Y aquí estoy,
viviendo con esta herida
como se vive con el corazón:
sabiendo que duele,
y aun así,
dejándolo latir.
autora Rosibel Artavia



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