Mi único Amor
Amado mío,
Mi corazón te nombra como el mar nombra a la luna: sin esfuerzo, con obediencia antigua. Desde que existes en mi pensamiento, la sangre aprende un ritmo nuevo y la noche se vuelve más breve, como si el alba me vigilara para verte llegar.
Eres la herida dulce que no deseo cerrar. Cuando no estás, el aire se vuelve áspero; cuando estás —aunque sea en la memoria—, todo florece. Mis manos recuerdan la forma de tu ausencia, y aun así te celebran. Si te nombro en voz baja, el mundo escucha.
Te amo con la claridad del fuego y la paciencia de la marea. Te amo sin cálculo, sin promesas ruidosas: te amo como se ama lo único. Mi único amor. El que sostiene mis días y les da sentido, el que convierte el temblor en música y la espera en ofrenda.
Si algún dios pregunta por mi fe, diré tu nombre. Si alguna sombra me reclama, diré tu luz. Y si el tiempo intenta separarnos, que lo intente: mi amor por ti ya aprendió a durar.
Siempre tuya,
autora Rosibel Artavia



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