Para que tú me quieras
Para que tú me quieras,
he desplegado sobre la mesa del alba
el mantel blanco de los primeros días,
aquel que guarda el pliegue de tu nombre.
Para que tú me quieras,
he aprendido el idioma de la lluvia
y he nombrado las cosas con su aroma:
"jazmín", "corteza húmeda", "pan recién horneado".
He rehecho el silencio,
lo he llenado de trigo y de paciencia,
he puesto en el umbral un faro quieto
que no pide, ni exige, solo espera.
He desatado el nudo de la herrumbre
en las bisagras viejas de la puerta,
para que el sonido, si regresas,
sea suave, como un pájaro que bebe.
Para que tú me quieras,
me he hecho territorio de semillas,
un lugar sin espinas ni calendarios,
solo el lento latido de la tierra
germinando promesas a tu paso.
Porque quererme es esto:
no un juramento escrito en piedra fría,
sino la humilde ofrenda de un espacio
donde tu vida pueda echar raíces.



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