Para que tú me quieras
Para que tú me quieras
No te ofrezco un relámpago
ni promesas que se quiebren al amanecer.
Te dejo una manzana tibia,
recién caída del árbol,
con su peso exacto de verdad.
Si te sientas a mi lado,
no diré palabras grandes:
te alcanzará el silencio
como un vaso de agua clara
después del camino.
Aprendí a amar despacio,
como crecen las piedras en el río,
como la hierba insiste
aunque nadie la mire.
Para que tú me quieras
no cambiaré la estación:
me quedaré aquí,
haciendo luz con lo pequeño,
esperando —sin ruido—
a que tu mano reconozca la mía.
autora Rosibel Artavia



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