Un gesto de Amor
No fue el discurso preparado
ni la rosa exagerada,
ni el juramento tembloroso
bajo la lluvia anunciada.
Fue el vaso de agua que dejaste
sobre la mesa, junto al libro,
con un resto de tu huella
y el círculo perfecto del alivio.
Fue guardar esa llave antigua
que ya no abre ninguna puerta,
pero guarda en su dentado oxidado
la memoria de una puerta abierta.
Fue el gesto mínimo, el diario,
el que no pide testigos,
el que se hizo casi solo,
como respirar, como un abrigo.
Así, sin protocolo ni trompetas,
en la humildad de lo concreto,
tu amor se volvió una certeza:
el agua clara en el desierto.
Y en ese vaso transparente,
en esa llave sin fortuna,
queda cifrada la noticia
de que el cariño no pregunta,
sólo deposita su humedad
en la geografía seca,
y convierte un gesto pequeño
en la casa que me espera.



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