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Desesperanza

Desesperanza No es la noche la que duele, eres tú ausente como un fruto que nunca maduró en mi boca. Te nombro y el aire se quiebra, las rodillas del deseo tiemblan como hojas que aprendieron tarde el idioma del otoño. Amarte fue un relámpago: breve, exacto, suficiente para incendiar la memoria y dejar ceniza donde antes cantaba el pulso. Ahora el corazón — ese animal antiguo— camina a ciegas, buscando tu sombra en muros que no responden. Si esto es desesperanza, que al menos sea sagrada: una herida abierta al cielo donde todavía, muy adentro, tu nombre arde. autora Rosibel Artavia

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